lunes, 13 de abril de 2020

Serie: De gises, pintarrones y aulas virtuales... Parte 2.



En la parte anterior abordé el tema de la infraestructura y el acceso, lo que se considera el primer obstáculo cuando se habla de educación a distancia, educación mediada o educación y tecnología. Este primer reto, como ya lo dije, es multifacético, no podemos hablar de un problema de acceso, sino de múltiples problemas y de las diversas formas en que cada estudiante (y profesor) entra a este nuevo "formato" educativo. 

Ahora, me gustaría hablar de otra cosa que, en medio de la pandemia, me he puesto a reflexionar  como profesora. La primer semana que nos pidieron iniciar con las clases en línea, quienes teníamos previamente un plan elaborado, tuvimos que repensar y ajustar los contenidos; además de buscar en qué plataforma íbamos a dar clases, de coordinar los horarios, de empatar el trabajo en casa con los hijos, de distribuir los nuevos roles en el hogar, de empezar a pensar en quiénes no tenían computadores y todas estas problemáticas, tuvimos que preocupamos por cómo sería el trabajo. Los modos se adaptaron a cada profesor. En este post intentaré describir algunas de las formas que he podido ver. Tratando de explicar beneficios y desventajas de cada una. 

De la dialéctica al trabajo independiente: La búsqueda por las plataformas y las fórmulas perfectas.

La modalidad dialéctica no podía faltar. El formato en el que el profesor explica el tema mientras los estudiantes escuchan. Para este formato, quienes damos clases teníamos que encontrar una plataforma que permitiera hacerlo. Así, hay quienes han utilizado servicios de stremaing que permiten hablar frente a la pantalla y dar una clase. Las plataformas más amigables fueron Youtube y Facebook Live. Aprovechando la coyuntura de que son plataformas comunes para casi todas las generaciones conectadas a internet. Quienes se animaron a llevar sus clases por estas redes  encontraron que son relativamente sencillas de usar. Los principales problemas están relacionados con el ancho de banda para subir los materiales y las desventajas se relacionan con la falta de participación, porque aunque en principio se plantea como una comunicación sincrónica, estos servicios permiten que los escuchas sólo participen por medio de comentarios, lo que por las propias conectividades, lo termina convirtiendo en asincrónico. O en un diálogo que puede volverse confuso y extraño, que finalmente nos recuerda que la educación esta siendo mediada.

Existen plataformas que resultan cómodas para conectarse durante una clase y hablar frente a la pantalla con todos los alumnos conectados. Son aplicaciones que permiten simular el aula y en la que se espera, en el mejor de los casos, que el entorno permita la participación de manera más orgánica. Se trata de  plataformas como whatsapp, skype, hangouts, Zoom o Jisti que permiten generar  video -conferencias. 
Los beneficios pueden ser buenos para continuar con una clase que resulte para los estudiantes "más normal"; sin embargo, además de los problemas que tuvimos para conocer cómo funcionaban, sí se nota la diferencia en la calidad de conectividad y el ancho de banda de cada estudiantes y profesor. Pero además, se presentan otros asuntos que tienen que ver con los espacios y la privacidad. ¿Qué pasa en los hogares donde alumnos o profesores no tienen un cuarto tranquilo, es más ni siquiera tienen un cuarto propio?  Lo vimos de todo, el profesor que es interrumpido por los hijos o la esposa, el alumno que es regañado frente a su colegas en el computador,  el chico que olvida tener la cámara prendida y entra al baño. El espacio y la intimidad se ven asaltadas por las cámaras, prendidas a todo momentos durante las clases. Lo más intímo se convierte en sitio con un montón de entrometidos que te tienen en la mira 6, 7 y hasta 8 horas. Aunado, los ruidos de la ciudad, sí el carro con alta voz que vende pan, elotes, gas; los gritos de afiladores de cuchillos, de vendedores de nieves, ladridos de los perros, los gritos de los vecinos y un sin fin de sonidos ambientales que no se pueden controlar, quedan evidenciados frente a todos.

En esta misma modalidad, pero quienes menos han querido arriesgar han optado por grabar las clases. Utilizando por ejemplo, audios y presentaciones gráficas por separado, para dejar que los alumnos puedan acceder a su propio ritmo a las exposiciones y que escuchen al profesor mientras ven los materiales que ha preparado. Este formato, en cierto alcance salvaguarda la privacidad, ¿Pero cómo sabemos si realmente lo escucharon los alumnos? ¿Cómo queda seguro el mensaje si no podemos ser testigos de que el trabajo se realice? 


La otra modalidad que voy a tocar: la veta del trabajo independiente. Lo ideal era que los y las estudiantes trabajaran una temática por su cuenta, aprovechando sus habilidades para el autoaprendizaje (una Skill que tan valiosa y nombrada es como parte integral para la educación de siglo XXI). Varios problemas planeta esta modalidad. Para empezar, si suponemos que todas las personas tienen ya desarrollada esta habilidad (que lo dudo), me queda la duda si esta habilidad se encuentra desarrollada del mismo modo y con las mismas potencialidades en casa persona. ¿Son todos los estudiantes capaces de generar sus propios conocimientos? ¿Cada uno es capaz de evaluarse y de resolver sus propios problemas? ¿Cómo vemos esto? ¿Cómo lo evaluamos?

En términos de prácticos hay un par de retos más que me gustaría mencionar antes de temrinar. 

1) El exceso de trabajo para los alumnos. ¿Cómo medimos cuánto trabajo es mucho y cuánto no es suficiente? Por ejemplo, yo puedo planear un trabajo que quizá le tome dos horas a un estudiante realizar, pero sí cada profesor pensara así en una jornada de trabajo de 6 horas, en realidad estamos extendiendo casi a 12 horas el trabajo escolar. 

2) El exceso del trabajo para el profesor. Como la indicación es que no se pueden juntar los alumnos y como no podemos suponer que todos están en las mismas condiciones para que trabajen de manera virtual, los trabajos son casi todos, individuales. Si esto es así, y el alumno esta realizando un trabajo en cada clases ¿Cuántos trabajos vamos a estar revisando los maestros? ¿De qué manera vamos a extender la jornada para calificar a cada alumno? ¿Cómo se utilizarán los formatos de evaluación con 30, 40, 90 alumnos en cada uno de nuestros trabajos? 


Son muchas las interrogantes que nos dejan las plataformas, formas y modalidades. Es claro, que no hay fórmulas perfectas, ni hay una modalidad lista para enfrentar lo que estamos viviendo. Como única vía, lo que me ha tocado hacer es tratar de estar en constante diálogo con mis estudiantes. Ser flexible, Pensar en quiénes pueden, en quiénes no y tratar de ajustar cada contenido y cada clase a cómo yo pueda sentir que va a funcionar. Finalmente,  dar clase es  un oficio que es intuitivo y del que somos constantes aprendices.

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