miércoles, 25 de marzo de 2020

Hablemos de Tik Tok

Cuando una plataforma aparece son los más jóvenes quienes la apropian primero. Luego, los 'mayores' empiezan a aparecer; por ello, quienes estaban ahí migran buscando otros espacios para el ocio. En esta dinámica las compañías han buscado cambiar sus algoritmos o añadir nuevas funciones para retener a sus públicos. Otras han optado por comprar a la competencia. Lo que sea necesario por mantenerse vivo en la carrera por obtener nuevos usuarios.
Hasta hace poco Tik Tok fue la red de los usuarios más jóvenes. Menores de 20 años usan la aplicación para publicar videos cortos que implican sincronizar los labios a canciones, diálogos cómicos o trucos de edición parecidos a los que tienen otras redes como Snapchat o las historias de Instagram.
Hace poco comencé a dar clases en un bachillerato y ha llamado mi atención el uso que hacen en la escuela. Me ha pasado que en pequeños descuidos (por ejemplo en lo que termina una clase y recojo mis materiales para que entre el siguiente profesor) las chicas toman su teléfono y se graban haciendo algún baile o canto para subirlo a su Titk Tok. Me causa gracia y curiosidad cuando las pesco mientras ellas creen que no me he dado cuenta. Cuando eso sucede les he pedido ver lo qué acaban de grabar y reconozco que se esfuerzan por hacerlo bien. Se retan, se ríen. ¿Usan Facebook? Sí, pero lo usan menos porque ahí están sus papás.
Desde que empezó la cuarentena he visto entre mis contactos de Facebook, memes, chistes y publicaciones que piden a otros no bajar Tik Tok y que se niegan a usar esa aplicación. Pero también, me he topado con quienes por aburrimiento y encierro han caído en su encanto y ahora suben videos virales de todo tipo. Antes de continuar quiero aclarar que los contactos que tengo en esa red son en su mayoría son personas mayores de 30 años.
No suelo juzgar lo que las personas hacen de su tiempo, ni en sus redes sociales, yo misma todo el tiempo me cuestiono por qué publico o por qué no. Tengo mis propias respuestas. Pero con Tik Tok tengo muchas preguntas y mucho juicios a priori. De entrada, el hecho de que sea una app desarrollada en China me anticipa a pensarla como una gran ventana para obtener datos. ¿Qué si las otras redes también se sustentan en la obtención de datos? Sí. Pero aquí hablamos de China. Según entiendo, todas las cuentas son públicas así que seguidores o no seguidores tienen acceso a lo que se publica. Es decir, estamos hablando de videos como ventanas abiertas al mundo para que acosadores, pedófilos y otros tengan acceso a imágenes de los cuerpos de menores de 20 años sin restricción.
Como no la uso, casi todo lo que conozco sobre la app es porque lo he leído. Lo que sé es que su algoritmo analiza el tipo de material que ha captado tu atención y busca mostrarte contenido similar para engancharte con otros cilps. Perder el tiempo es muy sencillo. Sí bueno esto también pasa en las otras redes.
El número de usuarios de Tik Tok va creciendo en medio de la cuarentena y el aislamiento. Quizá su mayor ventaja es que no hay apertura para los opinólogos y expertos en todo, Tik Tok es para reír, para escapar de las fake news, de las malas noticias, del terror infundido por la pandemia. Es un espacio de total ocio para los más chicos, pero poco a poco se van creando perfiles de treintañeros, cuarentones y hasta abuelitos que siguen las tendencias.
Yo observo de lejos y trato de articular alguna opinión. Reconozco que las preocupaciones y los debates iniciaron casi a la par que la gente empezó a suscribirse. Ayer me topé con un par de notas que ya discutían estos temas: Pedofilia, privacidad, Censura, Problemas en la seguridad, entre otros. A estas alturas la tiktoksfera ya tiene mucha tela de donde cortar.
También, para quienes me han preguntado por qué no tengo (ni tendré) Tik Tok, aquí están algunos de mis motivos. Sí ya sé que Facebook, Twitter y otras plataformas que utilizo tienen las mismas dinámicas y debates, pero por lo menos con esas redes trato de ser más consciente de lo que publico o aplico los usos selectivos de mis propios contenidos. Utilizo esas plataformas con la consigna de que acepto sus condiciones, como lo dijo Cobo en su último texto. Por ahora no me interesa que haya más datos mios circulando y menos que contengan videos, a mis casi 35 años diciendo sólo tonterías. Quizá ya maduré; quizá entiendo que no tengo 20 años; o, quizá (que es lo más probable) los bailes y chistes prefiero compartirlos con la gente cercana y de confianza en pequeñas dosis frente a quienes me conocen.
Si alguien quiere una opinión un poco menos personal sobre el Tik Tok, les dejo este podcast realizado por The Guardian en el que Alex Hern y Anushka Asthana opinan sobre el mismo tema: https://podcasts.apple.com/gb/podcast/today-in-focus/id1440133626?i=1000452575007

martes, 24 de marzo de 2020

Reflexiones desde el distanciamiento social

Hace unos años, debido al H1N1 se cerraron las escuelas y por aquel entonces tenía un blog  que usé cuando sucedió la contingencia con mis estudiantes de la secundaria. En 2009 recuerdo que la escuela paró actividades y que el miedo cedió ante la incredulidad de muchos mexicanos. Además de esto, no tengo mucha claridad de lo que pasó. Fui de las afortunadas que no me contagié, tampoco mi familia cercana. En algún momento llegó el calor y eso bajó el contagio. En poco tiempo, pasó la contingencia. El verano llegó normal a Colima. Fue tan extraño todo, que hubo momentos en que la gente hasta dudo de la magnitud del problema. Luego, apreció la vacuna y el problema tuvo solución.

Hoy, la influenza (estacionaria o de cualquier otro tipo) es algo común que regresa cada invierno. Desde entonces nos enteramos año con año de los estragos que hace. Incluso este 2019 tres personas en Colima murieron de influenza y poco se ha dicho sobre eso en la prensa. Así, es el contexto de la enfermedad en el estado.

Dicho esto, confieso que esta es la primera vez que me toca vivir una contingencia de salud de magnitudes a gran escala. Bueno por lo menos en esta escala. Esta vez, quiero registrar lo que me toca vivir. Sé que mi experiencia es única, que será distinta a las demás y que la abordo desde el privilegio que me da el poder quedarme en casa haciendo trabajo de oficina sin mayores preocupaciones. Me parece importante narrarlo, por un lado, por esta necesidad que me ha dado por escribir; por otro, porque me gustaría poder recordarlo en algún otro momento y que no quede como una anécdota borrosa de algo que sucedió en 2020.

La crónica de los primeros días


Hoy martes 24 de marzo se cumple una semana de asumir el distanciamiento social (o el encierro como otros lo han llamado) y de tratar de no salir de casa. Lunes pasado regresaba de un escape de fin de semana que tuvimos con Jasson y uno amigos para aprovechar el puente de marzo e ir a la playa. Estuvimos en un lugar con poca señal en los celulares (cosa que se agradece); así que al llegar a "territorio TELCEL" los mensajes empezaron a llegar por montones. La contingencia se anunciaba con memes, con notas oficiales y tuits. El gobierno federal declaró estado de alerta y decidió cancelar clases del 20 de marzo al 20 de abril. En los medios se anunciaba que las vacaciones de semana Santa (que van del 4 al 20 de abril) se adelantaban por dos semanas. El primer error para no asumir el aislamiento como tal,  fue de la prensa.


Esa misma tarde a mi correo llegó la notificación de que no había que presentarse el martes a trabajar. Las instrucciones eran esperan instrucciones para definir qué íbamos a hacer. Me resultó curioso, la última contingencia yo también era profesora y del mismo colegio; sólo que ahora doy clases a bachilleres.

El martes fue un día para descansar del descanso. Limpiamos la casa justificando que no está de más que este desinfectada. Luego, aprovechamos la quincena y fuimos al supermercado. Lo que encontramos parecía poco creíble. La gente realmente estaba haciendo compras de pánico. Los memes sobre las largas filas del papel de baño, eran ciertos. La sección de desinfectantes y color casi vacías. La gente con los carritos del supermercado a tope y las filas largas. Sí parecía una quincena normal, pero el ambiente se sentía diferente.



El miércoles fui a una reunión a la Universidad donde también doy clase de comunicación para las empresas. Desde ahí el distanciamiento fue evidente. Ningún profe sentado junto a otro. El objetivo de la reunión, una explicación de cómo debíamos migrar a zoom esa semana para dar clases. En la brevísima charla que tuve con Enrique, uno de mis colegas y doctorante como yo, comentamos lo difícil que sería para muchos profesores el cambio tan repentino de la modalidad de clases. Aunado sabemos que no hay un conocimiento real de las condiciones en las que los estudiantes tiene acceso a la red, el uso que tienen de ciertas plataformas y el cómo recibirían estas modalidades nuevas de aprendizaje. 

Ese día también decidí ir al banco. Deje de lado esa postergación de recoger mi netkey y de repente se volvió "urgente" tenerla.  No lo sé quizá sería necesaria para hacer pagos si de verdad no podíamos salir de casa. El banco ya tenía medidas preventivas. Había una larga cola afuera de las instalaciones y sólo nos permitían estar 8 -10 personas al mismo tiempo. No había que olvidar aplicar gel antes de entrar y de salir.

El jueves iniciaron mis primeras clases en línea. Me cuestioné muchas cosas: inseguridad de saber si aparecerían en clase, tratar de medir la cantidad de trabajo tardé en descubrir si era demasiado o poco lo que estaba dejando. Tuve dudas para saber si era clara. Incluso sentí ansiedad de pensar en cómo lo estaban asumiendo ellos y ellas.

Lo que parece que a penas empieza 
En estos pocos días, he podido hablar, principalmente por whatsapp, con amigos, amigas, con mis compañeros del doctorado, con mi familia. Las conversaciones van del humor negro a la desesperación en colectivo. Las tensiones generales se manifiestan. Las preocupaciones de unos y las incredulidades de otros son lo de todos los días.  

Del viernes al domingo las cosas en casa se fueron acomodando. Convivir no es complicado, pero en este hogar la dinámica que impera es la de dos personas independientes que además de compartir la vida suelen disfrutar la soledad, los silencios y los espacios propios. Hemos estado en alerta para no caer en el mal humor, de tratar de ser tolerantes. Por ejemplo, estoy procurando ser más ordenada por la paz mental de Jasson, aunque confieso que es complicado. Pero también agradezco no estar sola y que la compañía que formamos funciona como un equipo de dos personas responsables de sus actos, sus sentimientos y sus pensamientos. Hemos aprovechado incluso algunas tardes para hacer una carne asada, retarnos con juegos de mesa y ver películas y series.

Ya es martes, la rutina ha empezado a establecerse, por fin pude tener cabeza para escribir (esto y también el trabajo de tesis, que se estaba volviendo insoportable entre tanto caos). Estoy muy consciente de los privilegios en los que estoy, de estos hablaré en otro momento. No sé cómo vaya a caminar la contingencia, quizá en poco ya estaremos de vuelta en las calles, o quizá como lo están pronosticando en otros países, esto a penas comienza.  

Mientras, seguiré escribiendo abonando a la memoria personal.