miércoles, 11 de enero de 2017

2017

Hace más de diez días que inició el año. Como costumbre, enero parece estar lleno de esperanzas de cambios y de propósitos que hay que cumplir. La temporada se anuncia como fechas en las que es necesario resolver viejos dilemas y empezar nuevos ciclos.

Este enero es diferente, se respira sin duda mucho enojo, mucha frustración, miedo a lo que viene y cambios económicos y políticos fuertes. En la economía, el alza de precios que tiene a un México entre la parálisis y el movimiento de rechazo. Enojo hacia un gobierno, que hace todo menos gobernar, que se mofa en nuestras caras con acciones que van desde nombramientos de personas que "vienen a aprender" de qué va su cargo hasta desbordantes precios en canasta básica que no se equiparan con los aumentos de sueldos reales.

En la política, el panorama esta por los mismos horizontes. Trump, un político que es más bien empresario, con discursos de odio que recuerdan a Hitler y con amenazas al por mayor, que demuestran cómo un país con poder suele tener idiotas a la cabeza.

Este enero, no inicia como otros. Hay un malestar general, en muchos sentidos.

Desde mi punto de vista, este año no vale la pena hacer propósitos, creo que poco a poco iré trazando caminos que puedan ser seguidos. No hay propósito sino más bien, pretendo continuar con lo que me toca. Hacer mi trabajo, echarle ganas, tratar de no tener miedos, de vivir mejor, de ver más, de viajar todo lo que el bolsillo lo permita, de comer consciente de lo que mi cuerpo pide, de sonreír  más y tratar de ser agradable con mi ambiente.  De dar amor, de mirar sin juzgar y dejar que fluya lo que parece estar paralizado.

No hay reglas, no hay obligaciones... Este 2017 que llegue. No hay expectativas más allá de ser, estar y vivir.