lunes, 11 de septiembre de 2017

Hago una pausa de la revisión de los avances de tesis que tengo que entregar en unas horas para escribir un poco sobre otras cosas que en pequeños momentos distraen mi cabeza. Hago una pausa para escribir porque mi cerebro esta cansado de pensar sobre el conocimiento libre y los hackers, sobre los derechos digitales y las formas en redactar un texto que me signifique pero que a la vez, se entendible para quien lo va a leer.

Me siento en el fondo satisfecha de lo que escribo allá en el documento académico, porque a pesar de haber dejado Aguascalientes y volver a Colima con la intensión de escribir desde mi terruño este documento, en el fondo tenía miedo de regresar a ser quien dejó Colima por el sueño de estudiar un doctorado. Los miedos eran de varios sabores y unos más intensos que otros.

Tengo claro que irse y volver nunca es fácil, que nunca se es la misma persona que se fue, pero también reconozco que los cambios no son fáciles. En Aguascalientes aprendí a amar mis tiempos en silencio, mi soledad, mi tiempo. Apropié espacios que no eran míos y construí una rutina para hacer a mi manera las cosas que tenía que hacer.

Regresar no ha sido fácil, las amistades son distintas, la casa ya es un espacio compartido, la familia ya no vive lejos y exige atención. El tiempo no es sólo mio, pero a pesar de todo, he encontrado espacios y estrategias para hacer esto que decidí. Poco a poco he podido apropiar mi espacios, mis silencios y mi soledad para meterlos en mi casa. Sé que es un poco egoísta privilegiar mis necesidades sobre la de otros, pero creo que en los sueños la solidaridad de los otros termina por aparecer o ellos se rinden y se van.

La renuncia a muchas cosas, a la vieja vida por decirlo, no me ha costado, me siento contenta, me siento libre y creo que las cosas van marchando bien. Quizá son impresiones solamente, pero quise tomar un momento para escribir sobre ellas.